lunes, 11 de diciembre de 2017

Sucede.



Sucede.
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Sucede que me invade la muerte, que me consumo
en el centro de mi ser cuyo grave retrato
es este sueño de mundo opaco.
Sucede que mi alma está apagada
como una estrella que arde
perdida en el laberinto de un pantano.
Sucede que trino, que tengo ya
necesidad de ti, que quiero ser
la universidad de tu palabra
para que me estudies tranquila
y para que así también me enseñes a escribir
el sendero en olas del mar secreto que se me escapa
por la sal que alzará mi vida lejos del célibe celaje
de la oscuridad ignorada de mis ojos
que últimamente, del cansancio, solo miran
fijamente el eco en letanías de la niebla
que esconde en su interior el amor de un niño muerto
que añora la inmensidad incierta de su ceguera
y que no encuentra en su búsqueda
el alivio roto a este tiempo.
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Sucede que me despierto de un sueño en bofetadas
o que al menos eso intento; sucede
que abandono esta guerra por momentos
para aplacar el grito de tu queja que me asola:
sin suerte, sin encontrarte, yo intento buscarte
porque quiero que tu ternura ausente no me duela
y hacer presente esa misma ternura tuya
que va al asalto en un atraco de metáforas
prefijado por tu voz que me aguarda tras tu ropa.
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Sucede que eres bella y que rielas deslumbrando
mi sombrero con el brillo que reflejas y en que estás
cercándome en tu conquista que me ataca de soslayo.
Sucede que tu avance mortal referencia verdes
que van a romperse en blancos que anuncian
la mercancía de mi boca, sacrilegio
del pronombre que pone nombre a tu sombra.

Acaece que mi corazón es el espejo desamparado
de tu rostro que talla a golpes de aire
una esperanza ruda y muy alada que va al galope
que manejo con las riendas de tus besos en manada
que se queda, que no se marcha con tu amor
a un universo paralelo.
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Sucede simplemente que deseo ver tu luz
y que agudo apunto con mi canto a tu farola
cuyo resurgir me incita a derretir -con el calor en ascuas
de esa misma hirsuta luna nocturna mía-
el desconcierto del desierto que anida en mis huesos
para que luego tú, con ellos derretidos,
te vistas de novia en nuestra boda.
.
Para explicarte lo que es mi alma desnuda
sucede de repente que te vuelves blanca
y que te subes y que te bajas repetidamente,
y que me subes y que me bajas repetidamente,
mientras mi verso de camino recto explota rocas
en el anhelo de este sueño en que olvido
el presente de tu ausencia azul
que inunda mis pestañas tristes.
.
Sucede que no sucedo si no te dejas morder
y que si adentro de tu cuerpo pienso el mío
yo sucedo.
Sucede que quiero suceder contigo
a la vez de que quiero que suceda
que tú sucedes también conmigo.
Herir mi muerte y desenterrar salitre de su fosa
hasta llegar al final de mi timidez roja que clama
los espasmos de mi espanto para coronar la isla
de tu hermosa risa de mariposas.
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Sucede que, sin más, quiero que suceda:
colocar en mi tumba de carne hueca
toda mi sangre en trampa, una red
para atrapar tus labios e ir de tu mano
a penetrar el mar telúrico de sigilo
sobre mi velero duermevela que soporta
el peso áspero de las horas de la muerte,
sonido que se eleva sin mi ego.
.
Sucede que quiero odiarte a muerte y amarte a fuego
en el incendio en el que pronostico
mi nacimiento en ti. Yo para nacer así
rápido y sin miedo corro buscando la palabra
capaz de traspasar las fronteras de tu alma,
toda una patria bautizada con tu nombre,
país para la mocedad de tu alma niña
que se exhalaba y se exiliaba hace ya tiempo sin mí
en una bacanal.
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Sucede que me oxida mi soledad
y que poder escribirte es un placer, un consuelo digo:
a veces, y solo a veces, la bondad de mi pluma
es la hazaña con que abrazo tu cuerpo
que se me desnuda. Las otras veces, las que más, digo,
escribir ha sido la tarea de mi barco solitario
que navega bajo su dura carga de tormentas,
mortal condena de línea pulcra e indecible
que vislumbra pesado su pasado sin vida
en cuyo fin aparco la dignidad del alma, brutal
renglón y respaldo holgado para tu cuarderno
que vasto ya tira rimas y hace llorar
incluso en la ciudad más alta de poetas
lo que ellos llaman la posición soberbia de mi palabra
en cuya intimidad, en secreto, guardo
en el oscuro rincón inmenso de esta alma
el misterio del más alto cielo que diviso, el resultado
del océano en guerra que campean mis miradas
empapando mi calendario de verdades hirientes,
de horarios inmensos y cambiantes
de inefable e implacable sufrimiento
que miente su consuelo de silencio
en un verbo pálido.
.
Sucede que pienso que me piensas al filo
de mi amor en que comienza otro rastro 
de nube que crece enorme conforme a te rezumo vivo
entre el humo de mi chimenea de delirios
que quieren rozar tu piel solar de inocente alba
que atrae, alumbra y calienta su reflejo, yo
que me sueño viviendo en la mitad de tu todo,
lugar del encuentro en que los dos
somos siendo un uno de sí mismo.
.
Sucede que me aguardas pero callas
y que seguramente te has oscilado
por la vertical con el recuerdo de mi forma
que es infiel cual una alondra y leal cual un guardián
feroz en el instante en que protejo
mi desván de sílabas que se abren paso
entre aullidos de leones y de lobos
a los que venzo conservando mi espada intacta
que imagina que yo imagino que tú imaginas
a mis páginas de estrofas sumergirse en ti, yo
que me hundo en ti sin notas tristes
para ver disfrutar tu naturaleza a quemarropa
que es como veo pasar tu dedo por la primera
hoja del libro de tu umbral.
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Sucede que te quiero al compás del viento
que me agita y me roba estos suspiros
que van cayendo blancos desde la cumbre
de incertidumbre en que nacen a la par
se recompone el papel de sus pedazos,
las vías de este tren en las que te escucho y te descubro
en la lumbre que fundo a la entrada de tu guarida
que me resguardará para evaporar y sudar contigo
los llantos de esta pena que crece en la distancia
que nos separa, fatal carencia de huellas que aparecen
en los surcos de mis lágrimas que tiemblan
el agua de esta lengua que te hiende del frío
del zulo que no duda del idioma del latido que la impulsa
a someter tu candor irresistible al asedio
de mi ritmo cálido, de esta leve orquesta
de rimas en las que me vivo en ti a puñaladas 
que desgarran el timbre invisible de la creación
de tu habla en una playa de salivas
que es una boca de diez labios, un aquelarre
versal que proclama tu caracola en eco de amor
mientras tú gimes.
.
Sucede sucediendo que no estás y que despierto
de las bofetadas de este sueño que tu vida a lo lejos me dejó:
afuera de lo real, de mi burbuja, todo es jungla:
pelota rondando olvidos del amor.
Sucede que al compás del tiempo planeo mi huida
de esta cárcel de hologramas espirales
y al margen del desconcierto, en el papel
ofrezco mi espíritu a la luna
e impregno el vacío opaco con su utopía.
Sucede que el aire oxida aquí mis latidos
de ausencia en la barrera temporal
mientras tu alma relincha y exhala sin vida
entre la manada muda y oculta de la muerte
de una noche lejana, patíbulo de tu nido
que busca mi cormorán ciego de andar exiguo.
Sucede que me ensueño en ti, en mi locura
que quiere vivir tu cordura a su manera
para bañar este cuerpo en el mar
de la playa que no alcanzan los solapados náufragos
que alimentan mi venganza de horas
en olas de caricias y de besos con los que tú
me esperas.
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.-_Ismael López Pozo_-.
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